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Hace ya casi un año, escribí un artículo de contenido histórico sobre "Las deudas de Alemania" por el que recibí numerosos insultos y descalificaciones anónimas. Hoy, el informe sobre las indemnizaciones de guerra que Alemania adeuda a Grecia presentado por un grupo de expertos ante el gobierno heleno –y las noticias al respecto aparecidas en la prensa internacional– han hecho que el tema cobre de nuevo actualidad.
No hace falta volver a repetir lo dicho sobre las indemnizaciones por haber matado, saqueado y obligado al país a conceder un préstamo forzoso para el mantenimiento de las tropas de ocupación, pero la expectativa suscitada a partir de este informe aún "secreto" brinda sin embargo una ocasión propicia para comparar las condiciones que los aliados impusieron entonces a la Alemania derrotada con las que los "acreedores" extranjeros –orquestados por la Alemania actual– imponen hoy a una Grecia extenuada que aún se pregunta con asombro qué guerra ha provocado y ha perdido.
La situación de Grecia hoy no tiene parangón con la de la Alemania perdedora de la segunda guerra mundial. Entonces, los acreedores fueron indulgentes con la nación alemana, y eso que se trataba de indemnizaciones de guerra y no de una deuda derivada fundamentalmente de la especulación financiera y de la corrupción. El principio que en aquel momento orientaba la política de los acreedores era el de la viabilidad del pago; hoy la actitud es diametralmente opuesta, ¡y eso que estamos en el seno de la Unión Europea!
Entonces, Alemania debía pagar el grueso de su deuda en su moneda nacional, que podía acuñar a discreción; hoy, Grecia debe hacerlo en una moneda que no puede controlar. Entonces, los aliados aceptaron la reducción de sus exportaciones a Alemania para favorecer la producción interna de ésta y para estimular al mismo tiempo sus exportaciones; hoy, Grecia acomete el mayor plan de privatizaciones del mundo en beneficio de los acreedores, tiene prohibido subvencionar o proteger sus productos locales y está obligada por Alemania y Francia a no recortar el gasto militar que destina a comprar armamento a estos países. Entonces, el acuerdo suscrito contemplaba la posibilidad de suspender los pagos y de renegociar las condiciones, con competencia de los propios tribunales alemanes, si se presentaba un cambio sustancial que limitara la disponibilidad de recursos; hoy todos los «compromisos» que Grecia ha ido firmando hasta el momento han sido sucesivos pasos para garantizar los intereses de los acreedores, sin tener en cuenta los recursos e incluso por delante de las necesidades de la población, y adoptando medidas como la creación de una «cuenta cerrada» para el bloqueo del 63% de los ingresos del Estado con vistas a la atención preferente del pago de la deuda, como el proyecto de elevación de tal obligación deudora a norma constitucional, o como la vinculación de los acuerdos a «derechos de conveniencia para el acreedor» como el británico y el luxemburgués. Y por si todo esto fuera poco, basta recordar que entonces se estableció que Alemania no destinara al pago de sus deudas más de un 5% de sus ingresos por exportaciones, mientras que hoy, para Grecia, no se han fijado límites, y, siendo realistas, para sufragar esa supuesta deuda tendría que destinar a su amortización el 40% del PIB.
Que alguien responda a esta pregunta: ¿Qué guerra ha provocado y ha perdido el pueblo griego para que sus "representantes" firmen y sancionen una rendición de estas características ante esa camarilla de extorsionadores que aún sigue enarbolando la bandera de Europa?

Artículo publicado en La Vanguardia (31/5/2013)

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