Hace ahora más de un año y medio, a la vista de lo que entonces estaba sucediendo en Grecia, dije que, muy probablemente, España sería "rescatada". Hoy, aunque el gobierno lo siga maquillando de eufemismos, el "rescate" es ya un hecho incuestionable.

Para hacer aquella afirmación no hacía falta ser ningún adivino, bastaba con darse cuenta de que en ambos países se daban "condiciones" favorables al "rescate" y tener en cuenta la avidez de los "rescatadores". Esas "condiciones" –deuda externa, endeudamiento público, evasión fiscal, corrupción, pérdida de competitividad, alta tasa de paro, (agravadas en el caso de España con particularidades como la "burbuja inmobiliaria", el endeudamiento privado o la costosa mecánica del Estado de las Autonomías)- no son precisamente las causas de la "crisis", pero, presentadas como tales con acierto mediático, contribuyen de manera eficaz a la aceptación de los "rescates" por el pueblo, que es, a fin de cuentas, el que habrá de pagarlos.

Ahora, con el "rescate", llegan también las primeras "medidas" que vertebran el plan de los "rescatadores" y de sus aliados políticos: un gobierno de cualificados "gestores" que entienden de números; un ministro de economía de la confianza de la élite financiera internacional (y de su cantera); paquetes de recortes "imprescindibles" en sanidad y educación; capitalización "imprescindible" de la banca con fondos públicos y por mayor cuantía de lo ahorrado a base de recortes; reformas de la legislación laboral en detrimento de los trabajadores; aumento del IVA y recargos en el agua, la electricidad y los combustibles; medidas para el control de los medios de información; incremento acelerado de los dispositivos policiales de seguridad y orden público; etcétera.

Todo lo que sucede en España en los últimos meses –incluida la fraseología y la retórica del establishment político y mediático- es un déjà vu de lo sucedido en Grecia, un proceso que reproduce paso a paso y con precisión matemática todo lo sucedido meses antes a este otro lado del Mediterráneo, y que, por tanto, hace tremendamente previsible el futuro inmediato. ¿Y qué es lo que va a pasar? En principio, se tomarán las llamadas "medidas para frenar el déficit" (aunque el déficit real poco tenga que ver con el montante de las deudas y con el verdadero origen de la llamada "crisis"). Medidas como: recortes progresivos en sueldos y pensiones (aunque se jure y se perjure lo contrario); reducción drástica del salario mínimo y cuestionamiento del propio concepto; debilitamiento del concepto de convenio laboral y sustitución del mismo por la negociación individual de los contratos; despido progresivo de miles de funcionarios a través de distintos subterfugios (como el paso a una "reserva" provisional); abaratamiento del despido en el sector privado como acto reflejo de las prácticas gubernamentales en el sector público; planes de privatización de bienes nacionales bajo la etiqueta eufemística de "puesta en valor" (infraestructuras sanitarias, empresas de transporte, suministros de agua y energía, loterías y quinielas, etc.); injerencia progresiva en la política de instituciones como el FMI, la Comisión Europea y sus correspondientes Task Forces; reformas en la legislación (e incluso en la Constitución) para salvaguardar los intereses de los acreedores; rescate 1, rescate 2, rescate 3... Todo en un ambiente de huelgas y manifestaciones bajo control.

El objetivo principal de este "plan" está claro: sacar provecho de una recesión creada expresamente para que la riqueza pase a cada vez a menos manos y para que las condiciones que permiten el enriquecimiento de esa élite sigan mejorando progresivamente. Por eso, sus acciones en nombre de la "crisis" van encaminadas a la degradación del mercado de trabajo hasta que todo el mundo esté dispuesto a hacer cualquier cosa por un bocadillo, al desmantelamiento de los servicios públicos y a su sustitución por servicios de pago prestados por corporaciones privadas (en las que tienen parte los propios políticos que favorecen el proceso), al debilitamiento del ya deficiente sistema democrático..., van encaminadas, en una palabra, al retroceso del estado social y a la pérdida de conquistas y derechos adquiridos por la humanidad a través de largos y penosos procesos de lucha.

Y el futuro próximo depara aún mucho más. Cuando la deuda no se pueda pagar –porque está previsto que sea impagable-, darán comienzo los procedimientos de cobro alternativo: privatización de recursos naturales públicos (agua, fuentes de energía, yacimientos minerales, riqueza forestal, parajes naturales...), creación de "zonas de economía especial" (es decir, zonas del territorio nacional cedidas en usufructo a "inversores" y acogidas a regímenes jurídicos, fiscales y laborales especiales, a conveniencia del "inversor"), relajación de las leyes que protegen los derechos fundamentales de las personas y su propia integridad, y toda una serie de pesadillas que ya son realidad cotidiana en muchos lugares del planeta, algunos bien cercanos.

Este es el plan para los próximos meses, o, digamos, los próximos años, en esta Europa cada vez menos política y más financiera. Ante este déjà vu, en la conciencia de los "ciudadanos" está ahora seguir sentados en el sofá hasta que todo esté perdido, o levantarse de una vez y actuar.

Articulo publicado en el periódico "La Vanguardia" (20/7/2012)

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