Hace una semana, cuando Papandreou volvía sonriendo de Bruselas con la propuesta de recorte de la deuda debajo del brazo, el vicepresidente Venizelos dejó correr la voz de que dicha propuesta no sería aprobada con menos de 180 votos de los 300 diputados que forman el congreso. Fue un golpe de efecto para instar a los parlamentarios a posicionarse frente a una línea de actuación política cada vez con más críticas –incluso dentro de las filas del Pasok– y conseguir así un mayor apoyo para seguir avanzando en la misma onerosa dirección. Hace dos días, sin embargo, mientras Venizelos se recuperaba en una clínica de un agudo ataque de estrés, Papandreou desató el revuelo general con la inesperada propuesta de convocar un referéndum. Aunque sé que no era ésta su intención, a muchos nos ha dado una alegría y voy a tratar de explicar por qué.

 

Por supuesto, me parece deleznable la retórica hipócrita con la que tratan de vender la idea al pueblo, apelando a la soberanía y al patriotismo. Si su “plan de rescate” necesita ahora el apoyo soberano de la ciudadanía es porque Papandreou reconoce que ha estado procediendo sin él; y si es tan necesario y tan patriótico otorgarlo, ¿por qué no lo pidió hace año y medio, cuando metió al país en el “plan de rescate” con el mero apoyo de los miembros de su gobierno? ¿Por qué no lo pidió tampoco en junio, cuando, a través de tortuosos enjuagues para alcanzar 151 votos, volvió a comprometer al país a un “segundo plan de rescate a medio plazo” mientras la verdadera representación del pueblo se hacinaba a las puertas del parlamento diciendo “no, no, no” y la policía fumigaba con gases tóxicos? Si ahora es tan necesaria la voluntad del pueblo, ¿por qué la ha estado ignorando durante dos años de movilizaciones diarias y varias huelgas generales, que trataron de evitar que la soberanía y la riqueza de los griegos fuera entregada sin presentar batalla a sus dudosos acreedores?

 

Papandreou propone el referéndum en un órdago desesperado por mantenerse en el poder y seguir adelante con el plan, sirviendo a los intereses que ya se ha demostrado que sirve. La disensión en su partido es cada vez mayor, y sabe bien que, si convoca elecciones, las perderá sin duda; por eso, él y sus titiriteros han decidido jugárselo todo a una carta, confiados en que el pueblo, acorralado entre la urna y la pared y temeroso de que no exista vida fuera del euro, vote al final SÍ. Su ultima ratio ha sido proponer un plebiscito tratando de obtener un cheque en blanco de una ciudadanía confusa y acobardada; pero a estas alturas, Papandreou no busca en realidad obtener el refrendo soberano de los griegos sino forzarlos a la “complicidad”.

Como es natural, todo el que desea que no cambie nada es contrario a la celebración del referéndum, o, en todo caso, acudirá con entusiasmo a votar SÍ al rescate. También se muestran contrarios los otros partidos mayoritarios en el parlamento, que tienen ya puestas sus miras en unas elecciones que “repartan de nuevo la baraja” y que, capitalizando el descontento acumulado entre el electorado del PASOK, les legitimen en el gobierno para seguir ejerciendo la política en la misma dirección “de rescate” sin que el pueblo pueda reprocharles su respeto a los compromisos adquiridos por sus antecesores. Pero frente a esto, quienes creen de verdad que en el endeudamiento eterno no hay salvación posible, que el plan de rescate “rescata sólo a los acreedores” y que Grecia sólo podrá salvar su soberanía, su democracia y su riqueza saliéndose de la eurozona, recuperando el control sobre su moneda y aplicando políticas honestas que pongan freno a la especulación y al verdadero fraude, tienen en este referéndum una oportunidad histórica de decir NO, de dar cauce político a lo que hasta ahora quedaba relegado a las agitaciones de las calles.

La pregunta concreta del plebiscito aún no ha sido formulada, pero de facto no puede ser otra que SÍ o NO a la permanencia en la Eurozona. Y este referéndum, si llega a producirse, medirá de verdad la altura política de los mandatarios y de la ciudadanía griega y hará que caigan muchas máscaras.

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