Ya se sabe que, peor aun que las mentiras, son las medias verdades; porque, oculto en la atractiva cápsula de la verdad, tragamos también el fatídico veneno de la mentira.
Vamos a ver. Todos estamos de acuerdo en que hay que racionalizar el número de funcionarios públicos y su distribución en la administración, con el objeto de que puedan así prestar más eficazmente su servicio al ciudadano. Todos estamos de acuerdo en que la evasión fiscal debe ser perseguida, porque entendemos que el que roba al Estado nos roba a todos. Todos estamos plenamente de acuerdo en que debe evitarse el despilfarro y el abuso del dinero público porque, claro está, se trata del despilfarro y del abuso del dinero proveniente de nuestro trabajo y nuestro sacrificio en aras del bien común.
Todo esto son verdades. Pero, ¿por qué piensan los que nos gobiernan que nos oponemos a esto cuando salimos a manifestarnos en masa contra las injustas medidas que tratan de imponernos? Nadie se opone a esto; pero, aunque aceptamos estas verdades, no tragamos con la mentira infame de que el único camino para arreglar las cosas sea avenirse a los dictados de los monopolios del poder y del dinero y a las directrices que el FMI y sus aliados señalan ahora a los nuevos países en los que han puesto el ojo. No aceptamos la falacia del “único camino”, la idea de que esto sólo pueda conseguirse así, de que la única manera de crear riqueza y de distribuirla con justicia sea aplicar estas dudosas y dolosas recetas.
Y, siendo consecuentes, no deberíamos aceptar tampoco que los mismos políticos, dirigentes y magnates que durante años han sido cómplices y artífices de la situación que queremos cambiar sean los que hoy nos vendan recetas para el cambio. ¡Claro que está mal que en Grecia haya más de un millón de funcionarios públicos! Pero es vergonzoso que nos lo echen en cara los mismos partidos que los han nombrado a base de clientelismo político. ¡Claro que está mal que los impuestos evadidos superen los 33.000 millones de euros! Pero es vergonzoso que ahora pretendan arreglarlo tratando a los contribuyentes con mano de hierro quienes han permitido, entre otras cosas, que haya 6.300 ricos registrados que deben cada uno entre 200.000 y varios millones de euros al erario público. ¡Claro que hay que evitar el despilfarro! Pero que no nos lo impongan con recortes en sanidad y pensiones quienes, por ejemplo, sacan una ley para “hacer más ecológico” el parque móvil del parlamento y se compran una flota de limusinas híbridas Lexus a cargo del contribuyente.
Y lo que pasa en Grecia, pasa también en todas partes. Basta de hipocresía y de cinismo. Ayer, una vez más, ríos de ciudadanos –trabajadores, pensionistas, parados, estudiantes, emigrantes…– salieron a manifestarse de manera pacífica a las calles de Grecia. Porque ya están hartos de medias verdades, porque no se creen que para que la situación se arregle hay que trabajar cuarenta años y jubilarse con 360 euros. Porque ya está muy claro que los que dan hoy las recetas de macroeconomía y de política social son los mismos que “trabajan” en todos los países del mundo por esclavizar económicamente a la humanidad. Esta es la reacción del pueblo griego, bastante criticada por algunos. A ver cuál es mañana la del pueblo de España, donde el paro es aún mucho mayor y donde los políticos ya han empezado a recortar; a ver cuál es la del pueblo de Rumanía, donde diciendo amén al FMI van a cortar un 25% en los salarios y un 15% en las pensiones; y a ver cuál es la reacción del pueblo de Italia, donde el comedido Berlusconi propone moderar el gasto público con un recorte de 25.000 millones, empezando por la sanidad. Más reacción, más voz y mejor voto. Y menos medias verdades.