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Esta sección reúne, a manera de archivo, diversas reflexiones que, sobre la difícil situación que vive Grecia, he ido publicando en los últimos tiempos a la par de los hechos. Han surgido en Atenas, del contacto diario con la calle, con el abuso, con la mentira, con la pasividad, con la impotencia y con la injusticia. Afortunadamente, han encontrado eco en numerosos rincones del ciberespacio, han corrido de blog en blog, han llegado a los medios “oficiales” y, en ocasiones, han regresado en forma de pequeños mensajes para darme la más profunda alegría que puede recibir quien pone por escrito un pensamiento: la de saber que hay alguien, en algún lugar, que agradece leerlo. Todos esos testimonios –los que me apoyan y los que me critican– me han ayudado a comprender mejor el mundo en que vivimos. Por eso merece la pena escribir.
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Mi agradecimiento |
Algo raro está pasando
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Hace apenas dos días, en un controvertido referéndum –celebrado en un clima de miedo y extorsión, con los bancos cerrados como medida de presión y con unas colas en los comedores de beneficencia mucho más largas e inadvertidas que las de los cajeros automáticos–, la sociedad griega se pronunció en contra de la firma del nuevo paquete de préstamos y medidas de austeridad con un rotundo NO. El gobierno de Tsipras buscaba respaldo para negociar y ha recibido un empujón tan fuerte que ha quedado aturdido.
Aunque la política de este gobierno ha sido siempre de reforma –nunca de ruptura– y declaradamente decidida a permanecer en la UE y en la Eurozona para intentar “cambiarlas desde dentro”, se supone que, tras el inequívoco mensaje del referéndum del domingo, iría a combatir el lunes, con fuerzas renovadas, la intransigencia proverbial de las “Instituciones”. El gobierno griego tiene ahora en su mano varias cartas muy fuertes: el 61% de NO consolidado mediante referéndum, la declaración del FMI sobre la inviabilidad de la deuda si no se procede a una importante quita, la reciente declaración de expertos en Derechos Humanos de la ONU (30/6/2015) sobre la violación de lo dispuesto en la Carta de Naciones Unidas (Art. 103) y en la Convención de Viena sobre el Derecho de los tratados (Art. 53) por parte del Acuerdo de Préstamo y de los memoranda de la Troika, y el informe de la Comisión de la Verdad sobre la deuda griega –constituida a instancias del propio gobierno y presidida por Eric Toussaint–, que concluye que, en un altísimo porcentaje, la deuda es odiosa e ilegal.
Tras la estentórea negativa del referéndum del domingo, lo esperable es que el gobierno griego cogiera éstas y otras cartas y fuera al Eurogrupo a defender con la cabeza alta los derechos y las necesidades de una población depauperada y esquilmada sistemáticamente durante los últimos cinco años. Sin embargo, a la mañana siguiente del referéndum, el ministro Varoufakis se inmola en aras de un rápido acuerdo, el gobierno de Tsipras le sirve al Eurogrupo la cabeza de su más incómodo interlocutor, ocupa su cartera un nuevo ministro de tono moderado, se convoca urgentemente una cumbre de líderes políticos griegos para acudir al Eurogrupo con una propuesta consensuada con los partidos “pro-rescate”, y se llega finalmente a la mesa de las negociaciones sin siquiera un texto escrito que fije claramente la nueva propuesta de Grecia. Algo raro esta pasando, y en cuestión de horas. Esperemos que el gobierno de Tsipras no se equivoque peligrosamente al interpretar la voluntad política expresada el domingo en su sorpresivo referéndum.
Normalidad
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Desde el pasado sábado, los grandes medios informativos de toda Europa recorren las calles de Atenas buscando desesperadamente la imagen del caos. Sin lugar a dudas, si el gobierno griego hubiera firmado la propuesta del Eurogrupo, todo sería NORMALIDAD. Y Grecia no saldría en las portadas ni en los telediarios. Los bancos estarían abiertos y todo sería NORMALIDAD: una deuda del 175% del PIB que sigue creciendo tras dedicar 460.000 millones a su amortización e intereses, un 25% de disminución del PIB en los años de los “rescates”, un 26% de paro (más del 55% en el caso de los jóvenes), un 30% de empresas cerradas , un 38% de reducción salarial media, un 45% de reducción de pensiones media, 300.000 jóvenes cualificados emigrando, 500.000 familias alimentadas cada día en los comedores populares de la Iglesia, un 42% del aumento de la mortalidad infantil, el mayor plan de privatizaciones del mundo, y casi dos personas suicidándose al día durante los últimos cinco años. Todo NORMAL. Y hay que decir que sí para que no nos cierren los bancos (que seguimos recapitalizando con nuestras privaciones) y todo siga siendo NORMAL.
La Unión Europea y el euro han dejado bien claro lo que son para quien no se niegue a verlo: una construcción para convertir el poder “de facto” de ciertas élites en un sólido poder “de iure”, sorteando cualquier resistencia: los Estados tradicionales, la soberanía nacional, la política como defensa del interés común, la propia democracia, incluso los derechos y las necesidades básicas de las personas. La Unión Europea y el euro son incompatibles con esto, y así lo demuestran con su actitud. Por eso no quieren referéndum, quieren sólo acatación. Es hora de que la sociedad griega –y la de los demás países europeos– depongan su miedo infundido, asuman con valor todo el riesgo que haya que asumir, y decidan de una vez si toman las riendas de su propio destino o las dejan confiadamente en manos de sus dudosos acreedores. Basta ya de NORMALIDAD. Digamos NO, asumiendo el riesgo.
Y Grecia dijo NO
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Esta mañana (27 de junio de 2015), Grecia se ha despertado con la voz de Alexis Tsipras proponiendo convocar un referéndum para aceptar o no las nuevas condiciones de las “Instituciones”. Desde las doce del mediodía, permanece reunido el parlamento para decidir al respecto. En torno a la una y media, han llegado noticias de que el Eurogrupo se dispone a retirar su propuesta: una clara maniobra para atajar la sorprendente iniciativa, no vaya a ser que a un país donde no se celebra un referéndum desde hace más de cuarenta años se le suba la democracia a la cabeza... Dentro de un par de horas, sobre las siete de la tarde, se espera que el parlamento griego se pronuncie sobre la cuestión. Y los próximos días serán, sin duda alguna, una continuación del thriller al que nos tienen acostumbrados desde hace cinco años, sin que nada cambie realmente.
Recapitulemos. Las pasadas elecciones del 25 de enero –convocadas tras el fracaso en el intento reiterado de proclamar un Presidente de la República a gusto y conveniencia de los acreedores para legitimar cómodamente a través de las urnas la política impuesta hasta el momento de forma coercitiva y antidemocrática desde el núcleo neoliberal europeo– rompieron con el bipartidismo tradicional y otorgaron el poder a la coalición Syriza-ANEL. Para no engañarnos, reconozcamos que dichos partidos nunca hubieran accedido al poder por vía democrática enarbolando la bandera de la ruptura con los memoranda, la moneda única y la Unión Europea, por lo que, estratégicamente, preconizaron el discurso moderado de tratar de regenerar Europa “desde dentro”, aceptando como premisa la permanencia en la Unión y en la Eurozona. Ya entonces estaba claro –a los ojos de quien no deseara engañarse– que, sin estar dispuesto a romper con ese marco, no hay ni soberanía ni medios para llevar a cabo otra política que no sea la dictada por Berlín y Bruselas. Hoy, tras seis meses más de “negociaciones” y depauperación, resulta aún más difícil negarlo. Así que, a estas alturas, deberíamos saber ya lo que es la Unión Europea, lo que son las Instituciones y lo que es el euro: una construcción diseñada con precisión para que el poder de facto de unas determinadas élites se transforme en un inapelable poder de iure, por encima de la soberanía de los Estados tradicionales, de los principios democráticos y de los derechos y necesidades de las personas. Punto.
Así pues, ya va siendo hora de que alguien se plante. Un gobierno elegido democráticamente para llevar a cabo una política distinta a la onerosa sumisión de los gobiernos anteriores hace bien en someter a referéndum este nuevo memorándum ante la inflexibilidad de las Instituciones; esperemos que no se retracte en las próximas horas, como hizo Papandreou en noviembre de 2011, tragándose sus soflamas soberanistas en cuanto Merkel y Sarkozy se revolvieron en sus sillas...
Para no dar continuidad a este proceso de extorsión y saqueo, Grecia necesita ahora un No; pero, el paso decisivo al de este sorpresivo referéndum a una semana vista es el siguiente: ¿qué va a pasar después? Si gana el Sí, el gobierno recibe una coartada para retirarse o un cheque en blanco para llevar a cabo unas políticas contrarias en principio a la voluntad reformista con la que fue votado; si gana, en cambio, el No, el gobierno debe decir claro si se limitará sólo a intentar renegociar una vez más las condiciones del endeudamiento crónico de Grecia, o si, por el contrario, impulsado desde las urnas hacia una posición más radical, está por fin dispuesto a sacar del cajón el Plan B y a celebrar, con tiempo suficiente para que arraigue en la sociedad una argumentación contraria a la doctrina europeísta del “único camino”, un rereféndum sobre la verdadera decisión que atañe al pueblo griego: continuar en el euro y en la Unión Europea firmando memoranda y por la misma vía de los últimos años, o salirse de ambas instituciones y tomar en sus manos las riendas de su propio destino. Éste es el verdadero dilema que ningún gobierno, hasta el día de hoy, se ha atrevido abiertamente a plantear. Y hoy día, después de cinco años de medidas probadamente catastróficas que han sumido al país en la depauperación y en el expolio y que han incrementado exponencialmente la deuda que pretendían combatir, lo menos que merece la sociedad griega es que, serenamente, se le explique sin tapujos ni demonizaciones lo que conllevaría abandonar el euro y, con idéntico rigor, lo que conllevará seguir en él. Basta ya de mentiras. Los hombres empiezan a ser libres cuando aprenden a decir No.
Más continuismo que ruptura
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"Más continuismo que ruptura" En este momento -realmente histórico-, el futuro de Grecia depende más que nunca de la capacidad de su ciudadanía para influir sobre el gobierno. Artículo de Pedro Olalla en la revista Contexto (26/2/2015)
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